Difícil fue para H-239791 dormir más de un sueño aquella noche.
Con el alba se preparaba para una nueva jornada de trabajo cuando elucubró una nueva pregunta para su amiga. Absorta en sus quehaceres diarios, desconocedora de los otros hormigueros por su juventud, se preguntaba si, como estaba cansada de escuchar en su escuela, todas las hormigas eran iguales, y si así era, por qué todos los hormigueros no lo eran, pues ella sabía que muchas hormigas intentaban salir de los hormigueros pobres hacia los más prósperos para tener mejores oportunidades en sus cortas vidas.
—Buena pregunta —dijo su experimentada amiga.
—Las diferencias entre hormigas, la mayoría morfológicas, existen ya en la naturaleza, pero la hormiga se ha empeñado en aumentarlas. Sin embargo, todas nacemos y todas morimos, la diferencia está en cómo vivimos. Por ello es básico tener suerte para nacer en un buen hormiguero y dentro del mismo estar bien ubicada.
—¿Qué significa estar bien ubicada?, —preguntó. Si el hormiguero es próspero todas viviremos bien e igual.
—Esto no es así, por desgracia, aunque lo hayas escuchado en la escuela. Muchas hormigas en nuestro hormiguero no encajan en el sistema, viven de sobras, tratan de salir adelante pero sus circunstancias las obligan a salir del hormiguero y buscar nuevas oportunidades en otro. Por otro lado, las que nos dirigen, tienen privilegios que nadie sabe cómo alcanzaron, pero nada es igual para ellas, su vida dista mucho de la de las obreras, incluso algunas se afanan en luchar porque no existan diferencias pero es sólo cara a la galería. A eso me refiero cuando digo estar bien ubicado en el hormiguero, estar cerca de su secreto, su funcionamiento y su control, las obreras sólo obedecemos.
—Si somos iguales, yo las he visto, —increpó la joven incrédula.
—Piensa, quítate la venda, y observa, —replicó H-100239. Ni tan siquiera nuestros números de registro son iguales. Han preservado su casta desde el principio de los tiempos. Su poder viene de la construcción del hormiguero en el que controlaban grandes galerías y a un puñado de obreras. Después, la acumulación de riquezas les propició diferencias en su forma de vestir, de actuar, de vivir. Educaban a su casta en colegios con hijos de la casta, se casaban entre ellos, se guardaban mucho para no mezclarse con el resto de hormigas…
—Pero eso era antes, —la interrumpió nuestra protagonista.
—Te dije al principio que abrieras los ojos y pensaras. ¿Cómo y dónde viven hoy los políticos de cualquier tendencia, y los jefes de hormiguero (reyes o presidentes de la república)? ¿Qué garantías de igualdad ofrece la justicia ante el mismo delito cometido por ellos o por alguna de nosotras? ¿Con quién se casan? ¿Qué trabajos realizan siendo jóvenes los hijos de banqueros, jueces, o cargos políticos? ¿Cuántos de estos están en el paro?
—Entiendo —suspiró. La tradición, el poder y el dinero van de la mano y siempre ha sido así, —asintió nuestra amiga.
Su conversación fue cerrada por la sirena del nido que, como todas las mañanas, señalaba el comienzo de la jornada de trabajo, era el momento para lavarse y vestirse todas con la misma bata, cofia y chanclas blancas…
Es una verdad que da claustrofobia.....
ResponderEliminarHay cierta clase de hormigas que verdaderamente son raras y poco recomendables, carecen y siempre carecerán de una esencia de hormiga
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