En estos últimos días del año querría traer a vuestra cabeza el problema de la empatía europeista versus populismos que hacen tambalear nuestra sociedad de principios de siglo y que la hormiga ha hablado de ellos en algunos artículos de este blog.
Trato ahora de profundizar en un problema social que perdura ya por unos años con posibles graves consecuencias, se trata de la distancia que separa a los ciudadanos de los políticos en nuestro entorno, esta brecha se va agrandando cada vez más. La apuesta que introdujo Alemania en los noventa sobre Unión Europea dirigida por los pagadores de transferencias, es decir desde los países ricos, llamada en aquellos tiempos la Europa de las dos velocidades, donde se contaba con Francia, se invitaba a Italia y se informaba a Gran Bretaña, con un claro objetivo de crecimiento económico obviando lo social, más allá de la convergencia, como si fuese necesariamente de la mano, nos ha separado del sueño europeo de integración social y política. El ciudadano se ha sentido ajeno a esta opción, con el tiempo la división económica ha hecho mella entre pobladores, abandonando compromisos electorales, la crisis se ha encargado de aumentar aún más esas diferencias, premiando a ricos y castigando a pobres. Entre los ricos, la centralización alemana, también monetaria con el euro ha forzado el abandono de ingleses temerosos por no poder controlar a los recursos humanos que acceden a su mercado desde el resto de Europa. Entre los pobres, los continuos controles y ajustes han asociado a Europa con un factor externo que justifica los abusos internos. Cuando todo parecía decaer, el deseo de inmigrantes de alcanzar el paraíso europeo a través del Mediterráneo o de Turquía, ha hecho reventar los pilares sociales entre los propios europeos. De esta manera resurgen los populismos radicales de izquierdas entre los pobres y de derechas entre los ricos para erradicar el problema, movilizando a la sociedad con fines nada integradores, y entretanto los estados pierden su esencia con movilizaciones nacionalistas que al amparo de Europa quieren rediseñar las fronteras, fruto de una apuesta descentralizadora europea de los ochenta.
Este proceso europeo y su civilización ha de ser reconducido hacia una revitalización institucional, pues las instituciones europeas fueron planeadas para nueve-doce miembros, habiendo sucumbido ante casi una treintena de socios que sólo se mueven por la vía de competición económica y exclusión social. De otra manera, anticipo que habrá más BREXITs, más populismos y quebrantos de estados como el español, al que se le plantea un federalismo como salida a corto plazo.
¿Hacia donde dirigen Europa nuestra clase política? ¿son expertos en oportunismo de neuronas espejo hacia sus propios intereses? ¿qué fue del interés general a nivel europeo y su defensa institucional? ¿alguien espera que el aliado americano nos sugiera que nos entendamos como hermanos como mejor política de crecimiento europeo? No encuentro buenas respuestas.
En 2017 volveremos a debatir sobre el hormiguero.
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