Cuando no sabes, debes escuchar y
atender de la experiencia, de esta forma la hormiga dando vueltas por el
hormiguero entrevista para aprender de los que cada día se enfrentan a una
realidad de maximizar producción con costes que no paran de crecer, a precios
estancados por intermediarios y grandes superficies.
Desde la cultura de un país
agrario en el pasado y una región aún dependiente del sector primario, siendo
urbanita, me cuesta entender como una malla de tres kilos de patatas cuesta 4
euros en el ‘super’, quizá más aún, si echo la vista atrás y recuerdo mi pasado
rural, como hace muy pocos años comprándola al agricultor del pueblo
directamente por ese precio tenía un saco de 50 kilos, eso sí, quizá con un
poco de tierra. Pero lo que aún me cuesta más es explicarles, a mis hijas, que
son un tubérculo, y que el agricultor sigue percibiendo por producir esos tres
kilos, con suerte, unos 60 céntimos. Aunque alguien las lavó para mí y les puso
una bolsa de plástico con una foto en dónde se habla de sostenibilidad y
ecología, nos hemos vuelto locos y mis hijas, claro, no lo entienden.
Algunas cosas que me han quedado
más claras, hablando del tema, es cómo en estos últimos años de europeísmo
hemos sido testigos mudos de una PAC que subvenciona pero de forma desigual,
premiando a las grandes propiedades, a un sistema que busca maximizar
producción ante oligopolios que marcan el precio, que provocan el exceso de
consumo de agua, esa que se nos va a Murcia, fertilizantes, sulfitos, amarrando
corderos en granjas para que engorden más aprisa, pudiendo entonces cobrar unos
40€, con un margen de apenas 3 kilos de patatas, pollos en jaulas o cerdos
apiñados en macro-granjas, cebados a embudo.
El agricultor cuenta a su favor
con un sindicalismo poco especializado, sin estrategias para enfrentar a las
distribuidoras, que son las que marcan el precio dejando márgenes mínimos, cooperativas
que poco a poco ceden ante el nuevo mercado de las grandes empresas, y mientras,
desde la ciudad nos marcamos horizontes de sostenibilidad, e incluso
estrategias sobre la España agraria, ahora ‘vaciada’, ante la que los propios
agricultores claudican como última generación.
Los costes soportados siguen
aumentando, pero los precios siguen controlados por intermediarios y grandes
superficies, las inspecciones de trabajo hacen inviables prácticas cotidianas
en cualquier otro sector, provocando la renuncia de muchos pequeños
agricultores a continuar con su producción.
Algunas cuestiones pueden
cambiarse y pocas salidas se ofrecen salvo la tan de moda fuerza bruta en
revueltas, que, por cierto, tan buenos frutos le ha dado al independentismo al
que se le saca de la cárcel impunemente y se le permite fijar criterios de
gobierno en una mesa, pero esa es otra historia, ¿no?
Veamos el foco del problema,
busquemos soluciones con otro tipo de economía, seamos de una vez sostenibles.
El campo agoniza, al igual que el mar, y no se soluciona cobrando las bolsas de
plástico al consumidor final.
PD: Dedicado al trabajo de tantos agricultores, entre ellos
a mi amigo Benito.