Era jueves, recuerdo bien el día
y la fecha, corrí rápidamente a llamar a mi hermana pequeña que trabaja en
Madrid y cogía tren por las mañanas, ella estaba bien, pero aquellos atentados
hicieron temblar nuestra sociedad, nadie podía creerlo.
En las primeras horas entre tanta
confusión, ni las formas ni resultados hicieron pensar en los yihadistas, era
brutal pero podría ser de nuevo ETA. En plena campaña electoral, a tres días de
las elecciones, los españoles tomaban nota de la barbarie de casi dos centenas
de muertos y dos mil heridos.
Pasados quince años, vinieron
otros, como el reciente de Barcelona que han puesto de moda los bolardos, pero
aún no hay solución para esta locura colectiva amparada en la lucha ideológica
y de religiones. Tras un fuerte debilitamiento en Siria y medio Oriente la
organización continúa muy activa, sembrando el terror con células armadas allá
donde la locura permita su acción.
La violencia, tan presente en nuestra
sociedad, hizo aumentar el proteccionismo y dañó mucho el espíritu social
europeo, nos hizo olvidar a Turquía como estado miembro, volvió a recordarnos
que una guerra no necesitaba de grandes ejércitos, ni armamento nuclear para
presentarse en nuestras calles, bares, plazas o estaciones de tren. Nosotros lo
sabíamos bien con el activismo del grupo terrorista ETA. Todos los españoles,
incluidos catalanes, caminamos juntos aquel sábado de nuevo, como con Miguel
Ángel Blanco, para que no volviese a pasar.
Esa es la lección a aprender del
pasado, la unidad, el diálogo y la puesta en valor de lo que nos une. Ahora de
nuevo nos enfrentamos a un proceso electoral, más agrio y desagregado que
nunca, en donde lo que los diferencia no es el trato económico, ni el
programático, estamos más en el simbolismo o el trato de antepasados. No hablan
de pobreza, trabajo, cambio de estructura tecnológica, sostenibilidad, o calidad
de vida.
Nuestros políticos han conseguido
diferenciar y politizar el feminismo, usándolo a capricho, han elevado el
secesionismo catalán a los altares y planteado órdagos sobre el día que unos
huesos serán trasladados, han hecho efectivos hasta siete actos para recordar
aquel jueves de 2004. La respuesta debe ser siempre la de la unidad de lo
social, mientras se busquen diferencias en lo cotidiano será imposible avanzar
en lo que nos hace progresar.
¡Pobres hormigas!, preocupadas
por el color de sus galerías y no por el próximo invierno.
Mi recuerdo a aquellos que sufrieron
y sufren el horror de la incapacidad social.
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