jueves, 13 de marzo de 2014

16. El voto

Casi estaba listo para su aventura hacia el séquito, pero a H-239791 le interesaba conocer para qué el voto. Con gran expectación se hizo el silencio y la gran hormiga experta dirigiéndose a nuestra hormiga, dijo:

— El voto es el argumento del sistema. Cuando alguna de vosotras pone una papeleta en una urna, está formando y cerrando el sistema político. Pero, ¿os habéis preguntado alguna vez, cuánto realmente de vuestra decisión va en la papeleta?

Fijaos que en los sistemas políticos de nuestros hormigueros las opciones se reducen a unas diez, en el mejor de los casos, pero sólo dos de ellas pueden realmente aspirar al poder. El voto se adscribe a un partido político del que realmente sólo se conoce a un puñado de dirigentes y, a duras penas, al que se alzará con el poder como presidente, que formará gobierno primando para ello un conjunto de intereses, que no han de suponer necesariamente formación o valía profesional.

Además, cuando votamos, ejercemos un derecho. Entonces, nos sentimos bien, pues imitamos al resto, el voto sólo cuenta con la garantía de unas siglas, con un programa que se soporta en continuar con aquello que nos dictan desde fuera, y fundamentalmente cambiar aquello que no gusta a un partido pues lo hizo su oponente cuando gobernaba. Si el programa se desvirtúa o se incumple, no hay problema, nadie pagará por ello. El partido es el inmenso agujero entre representantes y representados, facilita el distanciamiento, y dificulta que el votante pueda exigir responsabilidades al representante por incumplimiento de programa, que por otra parte tampoco nunca fue legalmente pactado.

El voto de los partidos minoritarios se diluye en los sistemas electorales que reparten sus representantes por pequeñas áreas territoriales, complicando las posibilidades de representación.

— Entonces, si quiero mostrar mi rechazo al sistema, sólo me queda la pataleta, o el voto en blanco… —comentó H-239791.

— No, —replicó— el voto en blanco se contabiliza como voto emitido, como si del ‘partido político blanco’ se tratara, formando de esta manera una nueva minoría, que hará más fácil a los grandes partidos obtener sus representados. Si quieres formalizar una queja hacia el sistema deberás votar y que tu papeleta sea nula, por ejemplo a un partido inexistente, o abstenerte… Pero estos comportamientos llamados ‘antisistema’ son todavía minoritarios y no tienen un efecto arrastre suficientemente importante, ni espero que lo tengan —añadió la experimentada hormiga.

El silencio se hizo y una vez más la singular oradora, jugó con los tiempos, sin más, apuró su copa y salió de la sala sin mediar palabra.

Para nuestra protagonista aquel diálogo propició una nueva forma de entender la política, desde el que comenzaría a labrar su futuro.

Frase del autor: “Hoy en día el ciudadano, si quiere serlo, está condenado a elegir entre unas siglas a quien va a dirigir su rumbo por unos años, creyendo conocer algo de él, incluso de lo que pretende hacer…, olvidando que sólo eligió unas siglas”.

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