Por delante todo un año electoral,
sobre el que la hormiga no se había gestado como una fuerza política al
observar cuanto corrupto y oportunista plagaba la escena. En esta coyuntura,
reunió a su equipo y decidió lanzar sus propuestas de reforma, para informar, contrastar
u observar si alguna opción política la utilizaba para su programa.
La primera medida sería una
reordenación territorial del hormiguero. Una distribución en 8119 galerías,
que nosotros denominamos municipios, no era viable y si se analizaban sus
razones de existencia, no existía ninguna, ni tampoco ningún tipo de homogeneidad en el reparto. Así por ejemplo,
teníamos un municipio con una hormiga frente a otros con más de tres millones, o
algunos que en extensión podrían configurarse como 100 veces mayores que otros,
pero que tampoco albergan la misma
proporción de población.
En otro ámbito, la representación
política de los mismos hace que haya una sobrepoblación de políticos locales, al tener
que albergar todos ellos un órgano de gobierno (ayuntamiento) con un mínimo de
3 representantes.
De esta forma, la reordenación
debiera suponer un mínimo de extensión y de habitantes para que dicho municipio
pudiera existir como tal y plantear en su reorganización figuras como la
comarca, la mancomunidad o el 'municipio cabeza de partido' de otro tiempo, como opciones para la
reunificación o fusión, reduciendo su número al menos a la mitad, aunque según
la propuesta de la hormiga eran viables reordenamentos con unos 2000
municipios. De la misma forma los representantes políticos quedarían reducidos,
y la voz de los municipios asociados se oiría a través de un representante pedáneo
en el cabeza de partido.
No es imposible y reduciría las
ineficiencias en gestión pública, como muchos de los gastos de representación
política e incoherencias de desarrollo. En el hormiguero de Dinamarca ya se
realizó en 2007, reduciendo a un tercio los municipios existentes.