A veces resulta complejo entender el multipartidismo y sus bondades, casi tanto como la ley electoral. En estos días estamos asistiendo a mesas de negociaciones que viabilizan el poder de acuerdo a los votos conseguidos, diputados y concejales permitiendo la gobernabilidad cuando el resultado electoral no consigue mayorías.
Este modelo de bloques negociados se superpone sobre el bipartidismo, en el que el claro ganador para triunfar es el partido bisagra, es decir, Ciudadanos. Dicho de otra manera, el mantenimiento de este marco se nutre de un partido de centro que decide quién debe gobernar, tal cual ocurre en los principales ayuntamientos de Castilla-La Mancha y algunas diputaciones. Los extremos, decaen por sus deméritos y son los marcados con claras líneas rojas, evitando que el poder les llegue, y que serán evitados por el partido de centro.
La arena política se presenta entonces como una distribución normal en la que el voto se concentra en el centro, en la moderación, y es por el que se luchaba tradicionalmente en el bipartidismo para inclinar el poder a favor de uno de los dos contendientes. El votante moderado, ahora está representado por un partido bisagra en estos casos, y no ve con malos ojos este comportamiento de virar a la derecha o izquierda dependiendo de las necesidades de gobierno, lo que no podría entender nunca, por otra parte, es alargar la mano a radicales de izquierda, derecha o de fuera del sistema, de ahí la razón de que Rivera haya apartado fulminantemente del partido a Valls, y sin embargo, separado por unos kilómetros, pueda mostrar espectros y discursos distintos en las alcaldías de Madrid y Guadalajara.
De esta forma, el tercer partido, es el que hace perdurar esta nueva modalidad de democracia, son los radicales los que se consumirán poco a poco abrazados por sus "amigos" más cercanos en la arena. Es por esto que no pienso que habrá nuevas elecciones generales en otoño, fundamentalmente porque si las hay, el convocante, Sánchez, será inexorablemente el gran beneficiado, tal como le pasó al PP en 2016. Pues forzarán a los votantes moderados a cubrir con su voto el acuerdo del partido que les representaba.
Por último, suavicen sus discursos aquellos que critican este formato y piensen que el mejor control al poder es el propio poder. El secreto de Rivera, "el centro de la arena política", es el que mantiene el multipartidismo bibloque, será su gestión la que evite una vuelta al canovismo encubierto de izquierda y derecha de antaño.