miércoles, 10 de diciembre de 2025

El problema de la vivienda, la corrupción y la desigualdad social erosionan la calidad de vida de los españoles

 

Podemos afirmar sin rodeos que el índice ponderado de felicidad social y calidad de vida de los españoles vuelve a retroceder en 2025. Este índice, elaborado por el Observatorio de Intangibles y Calidad de Vida (OICV), es de tipo subjetivo y mide las percepciones reales sobre el entorno residencial, familiar, laboral y económico.

El estudio anual recoge los factores sensibles al bienestar social, como la oferta de servicios públicos, integración social, política de vivienda, planificación urbana, gestión y gobernanza, unidos a cuestiones coyunturales como las crisis sanitarias o económicas.

El dato es claro: 7,17 sobre 10, dos décimas menos que en 2024 y medio punto por debajo del máximo alcanzado en 2020. Detrás del descenso aparece un triángulo muy reconocible: precio de la vivienda, corrupción e integración social. A estos tres pilares se suman dos fenómenos que erosionan estructuralmente nuestro bienestar: el edadismo digital, visible para tres de cada cuatro españoles en una población que envejece, y la soledad no deseada, que afecta al 40 % de los jóvenes adultos menores de treinta años.

El muro que crece cada año

España vive un momento crítico en el mercado inmobiliario. En Baleares, Madrid y Cataluña los precios han superado ya los de la burbuja de 2008. No se trata de un vaivén coyuntural, es un problema que atraviesa la vida de miles de familias.

¿Qué implica esto para la sociedad? El acceso a la vivienda se ha convertido en un desafío insalvable para jóvenes, parejas que quieren emanciparse y clases medias que ven cómo su alquiler sube año tras año, mientras una hipoteca se convierte en un sueño imposible. El resultado es conocido: más precariedad, expulsión de residentes hacia zonas periféricas y pérdida progresiva de estabilidad.

La falta de intervención pública, la caída en la oferta privada, la presión de la demanda, las tensiones inflacionistas en el mercado de alquiler y el auge de los alojamientos turísticos en grandes ciudades y áreas costeras componen un cóctel que genera desigualdad y vulnerabilidad.

En el estudio para 2025 los residentes valoran la relación entre precio, ubicación y calidad de la vivienda cerca del mínimo posible: apenas una puntación de 1 sobre 10 en las zonas más tensionadas. Solo aprueban Extremadura, La Rioja y algunas áreas de baja presión demográfica y turística en Castilla y León y Castilla-La Mancha. La España rural despoblada sigue sin consolidarse como alternativa residencial, más allá del refugio temporal que ofreció durante los meses más duros de la pandemia.

Precio de la vivienda relacionado con calidad y ubicación. Observatorio de intangibles y calidad de vida (OICV_ICRG). España 2025.


Turismo: ¿impulso económico o amenaza?

El turismo se ha convertido en el motor económico de muchas zonas costeras y de interior, transformando su paisaje urbano y social. Sin embargo, detrás de las cifras récord de visitantes y los titulares sobre crecimiento económico surge una pregunta clave: ¿cómo afecta realmente esta actividad a la calidad de vida de quienes habitan estos destinos?

Por un lado, el turismo trae consigo beneficios indiscutibles. Genera empleo, impulsa la inversión en infraestructuras y mejora servicios que también disfrutan los residentes. Además, la interacción con visitantes fomenta la apertura social y el intercambio cultural, enriqueciendo la identidad local.

No todo es positivo. De media, el 30 % de los residentes ponen un suspenso a su relación con el turismo, llegando al 50 % en regiones tensionadas como Baleares, Cataluña o Cantabria.

La llegada masiva de turistas en temporada alta tensiona los recursos básicos: hospitales saturados, transporte colapsado y servicios públicos al límite. A esto se suma el encarecimiento de la vivienda en propiedad y en alquiler, la pérdida de espacios comunitarios y el deterioro ambiental, que amenaza tanto la biodiversidad como la esencia cultural de las ciudades. El resultado puede ser una paradoja: mientras la economía florece, la vida cotidiana se complica.

La clave está en la planificación. Un turismo sostenible, que regule el uso del suelo, proteja el medio ambiente y escuche a la comunidad, puede equilibrar la balanza. Sin estas medidas, el riesgo es evidente, aquello que atrae a los turistas puede acabar expulsando a quienes habitan esos lugares por el bloqueo al acceso de vivienda y de servicios de transporte.

La exclusión tecnológica sigue siendo un problema

Vivimos en una sociedad sostenida relacionalmente por la infraestructura digital. La tecnología conecta, pero abre nuevas brechas. A las desigualdades clásicas, como la salarial de género, se suman otras de naturaleza digital.

El edadismo digital reduce la calidad de vida de las personas mayores. La exclusión tecnológica no es un inconveniente menor, pues implica problemas para acceder a servicios, sentirse desorientados, perder autonomía y caer en situaciones de aislamiento social. El umbral crítico aparece en torno a los 75 años.

Y no están solos. La soledad no deseada alcanza niveles alarmantes entre los jóvenes menores de 30 años. De este modo España, en 2025, convive con dos polos de soledad que crecen a la vez.

A ello se suma un clima social complejo. La polarización política y la mala gestión pública generan incertidumbre y minan la confianza ciudadana. La falta de políticas de integración, la inmigración de baja cualificación y las grietas en el mercado laboral están creando nuevos guetos urbanos de pobreza y exclusión.

El IX informe Fundación FOESSA sobre exclusión y desarrollo social en España (informe Cáritas 2025) pone de manifiesto una situación de profunda fragmentación social y aumento de la exclusión, con 9,4 millones de personas en riesgo de pobreza.

La llamada clase media se ha reducido sustancialmente, ampliándose las brechas sociales. Aunque se ha incrementado el salario mínimo, se está produciendo un efecto nivelación a la baja del salario medio en los trabajos cualificados que empeora la capacidad adquisitiva.

Corrupción en la Comunitat Valenciana

Además, la corrupción provoca una separación entre clase política y sociedad, lo que resulta en las peores valoraciones del estudio en 2025. La Comunitat Valenciana presenta hoy los valores más críticos, después de haber encabezado el ranking en 2024, ejercicio en el que el trabajo de campo se cerró justo antes de la dana.

La calidad de vida se resiente en zonas urbanas, turísticas y tecnológicamente exigentes. Más españoles viven en situación de vulnerabilidad y el bienestar retrocede. Cuando el deterioro es constante, hay que intervenir.The Conversation

Víctor Raúl López Ruiz, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Econometría), Universidad de Castilla-La Mancha; Domingo Nevado Peña, Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad, Universidad de Castilla-La Mancha; José Luis Alfaro Navarro, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Estadística), Universidad de Castilla-La Mancha y Nuria Huete Alcocer, Profesora Contratada Doctora, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.


The Conversation

lunes, 3 de noviembre de 2025

El barómetro que se mira al espejo colgado a la izquierda

Cada mes, el CIS nos entrega una nueva fotografía del país. Pero conviene recordar que toda fotografía depende del lente con que se toma y de la luz que la ilumina. En los barómetros de septiembre y octubre, más que una imagen de la realidad, parece que asistimos a un reflejo: el de la voluntad de quien sostiene la cámara.

Porque, ¿Qué ocurre cuando la muestra se inclina —aunque sea apenas— hacia un lado del tablero? Cuando la estadística, que debería medir con equilibrio, se convierte en instrumento de relato. En los últimos sondeos del CIS, las diferencias entre las estimaciones y el comportamiento real de los votantes han reabierto el debate sobre la neutralidad del instituto. Y no es un asunto menor: la confianza en los datos es el fundamento invisible de cualquier democracia informada. Vamos al dato, en la metodología la media entre izquierda y derecha de la muestra se desvía hacia la primera en un punto desde el 5,5 al 4,53 exactamente.

Los márgenes de error, las ponderaciones o la selección de las muestras no son tecnicismos: son el corazón del método. Si se elige más a unos que a otros, si se ajustan los pesos según la conveniencia del momento, el resultado deja de reflejar la opinión pública y empieza a fabricarla. En Octubre el CIS entrevistó apenas a 4000 españoles, de los que unos 3300 votaron en 2023, pues recuerdan haber votado en la muestra del CIS al PP sólo un 18,9% cuando fue cerca del 34% de la población, el fiasco y sesgo no deja dudas. 

No se trata de desconfiar de la demoscopia, sino de exigirle rigor. Las encuestas no deberían decirnos lo que debemos pensar, sino ayudarnos a comprender cómo pensamos colectivamente. Ahí radica el verdadero valor del CIS: en ser espejo, no decorado.

Quizá haya llegado el momento de recordar que la estadística no tiene ideología, solo método. Que el dato, cuando se manipula, pierde su alma. Y que detrás de cada número hay ciudadanos reales, con vidas, con dudas, con votos que pesan más que cualquier estimación.

Al final, todo barómetro mide también la temperatura de la confianza. Y en estos tiempos de ruido, conviene recordar que el secreto del hormiguero está en mirar debajo de los datos. el señor Tezanos a olvidado la ética que se inculca en la academia, son privilegios de un emérito, o de un político que fue científico.



jueves, 20 de marzo de 2025

¿Qué hace a las personas sentirse más o menos felices?


iHumnoi/Shutterstock
Víctor Raúl López Ruiz, Universidad de Castilla-La Mancha; Domingo Nevado Peña, Universidad de Castilla-La Mancha; José Luis Alfaro Navarro, Universidad de Castilla-La Mancha y Nuria Huete Alcocer, Universidad de Castilla-La Mancha

Deshagamos tópicos: en términos sociales, y también individuales, la felicidad se puede medir. Es un hecho. En esta cuestión se emplazan distintas ciencias explícitamente, a través de diferentes indicadores, en gran parte subjetivos, desde el siglo pasado.

Es una realidad que siempre ha generado opinión, desde los antiguos filósofos. El físico alemán Albert Einstein encontró el secreto de la felicidad: decía que “una vida tranquila y modesta trae más felicidad que una búsqueda de éxito ligada a una constante inquietud”. Además, defendía que en el campo social contribuir al bienestar de los demás era el propósito de la existencia del individuo.

Merece la pena retomar estas sabias reflexiones en época digital y ver cómo se está transformando la sociedad a través de los indicadores de felicidad de sus individuos.

La felicidad, mejor si es digital

Se trata de una cuestión muy antigua, ya analizada por Aristóteles. A través de su concepción política, el Estado, la sociedad tiene un objetivo esencial: la felicidad de sus miembros. La novedad en la actualidad es la incorporación digital en las relaciones humanas. La cuestión es si se trata de un factor que ayuda a aquel objetivo.

Entre los cambios resaltados desde la ONU por el World Happiness Report en su análisis de la felicidad por grupos de edad, destaca la conclusión de que desde la crisis de inicio de siglo (2006-2010), la desigualdad en términos de felicidad ha aumentado. Pero especialmente para los ancianos, destacando el África subsahariana.

Son muchos los factores sociales implicados en estos rankings a nivel mundial: envejecimiento, pandemias, digitalización, conflictos bélicos y desigualdad económica o pobreza, por citar algunos. Dentro de este cóctel, en occidente adquiere importancia el envejecimiento y la digitalización.

En España, desde el Observatorio de Intangibles y Calidad de Vida (OICV) para 2024, concluimos que los ciudadanos con altas capacidades digitales alcanzan mayores niveles de calidad de vida y felicidad social. Entre los factores que los condicionan en sentido positivo se incluyen la sostenibilidad, el entorno laboral interconectado con posibilidad remota, las opciones culturales y deportivas y el turismo.

En negativo, o mejor, minorando su importancia, queda la familia y el sentido de comunidad. Es decir, estos ciudadanos están más aislados al tiempo que más conectados. Sustituyen relaciones sociales presenciales por digitales.

Por último, las capacidades digitales se encuentran directamente vinculadas con la edad, existiendo una clara barrera en los nacidos antes de 1970.

En resumen, la sociedad se transforma en digital dejando fuera fundamentalmente a los mayores con bajas capacidades. Estos individuos “analógicos” se sienten menos felices en esta sociedad. Sus patrones para alcanzar la felicidad son diferentes, provocando rechazos y aislamiento, a partir de la denominada brecha digital. Esos patrones pueden analizarse a través de los factores clave: familia, economía, trabajo, movilidad, salud…

A partir de la estimación del modelo de la felicidad (OICV), los mayores españoles solo logran el 58 % de su felicidad por vía social, frente al 67 % en los adultos y el 66 % en los jóvenes. El resto es inherente al individuo.

El uso y acceso a las nuevas tecnologías generan capacidades digitales. Son un nuevo factor diferenciador social, con similar importancia al de la alfabetización o la formación académica en siglos pasados. En nuestra sociedad existe, insistimos, una brecha digital.

Esta división se correlaciona claramente con la edad. Las personas mayores, que no crecieron con la tecnología, a menudo se enfrentan a desafíos para adaptarse a las herramientas digitales. Las generaciones más jóvenes, que han estado expuestas a la tecnología desde una edad temprana, suelen tener habilidades digitales más avanzadas.

Esta disparidad puede afectar significativamente a la participación en la sociedad moderna, y a las relaciones que no precisan de presencia física. La capacidad de utilizar tecnologías digitales influye en el acceso a la información, las oportunidades laborales, los servicios públicos y la participación en la vida social y económica, haciendo de la brecha digital un tema crucial para promover la inclusión y la equidad en la sociedad contemporánea.

Situaciones que afectan en el día a día a los individuos, por cuestión de eficacia y eficiencia, se han impuesto en un formato digital para el que muchos mayores no están ni quieren estar preparados. Esta circunstancia genera frustración y, por tanto, infelicidad.

De igual forma, tener éxito en la ejecución de estos formatos genera satisfacción y hace de los individuos digitales seres más felices. Sin embargo, la hiperconectividad tecnológica, en la que se eliminan las relaciones presenciales, puede derivar en problemas de ansiedad y aislamiento.

Desde el OICV hemos documentado en España los dos perfiles, extrapolables en buena medida a los países de Occidente. Por un lado, la brecha digital impacta sobre mayores de 60 años, acentuada en las mujeres y por la formación recibida. En la otra parte tenemos a los jóvenes menores de 30 años, sobreexpuestos a la conexión digital en tiempo de pandemia.

El Día de la Felicidad frente al blue Monday

En nuestra sociedad digital, tan de cortos plazos en la consecución de objetivos, tenemos un Día Internacional de la Felicidad, el 20 de marzo, establecido en 2012 por la ONU para fomentar el bienestar y la salud mental de las personas. En este día se ofrecen desde esta organización las mediciones y rankings de países sobre la cuestión.

Pero también se ha instaurado el “día de la infelicidad”: el tercer lunes de enero, el llamado blue Monday. En este caso, nace asociado a factores comerciales, aunque trata de adjetivarse como científico. Incorpora cuestiones sociales e incluso climáticas (pero solo del hemisferio norte) y es tachado como el más triste del año en términos sociales.

Pero lo cierto es que muchos seres humanos son infelices debido a los nuevos patrones de relación entre individuos en la sociedad digital. Al menos podemos subrayar dos situaciones de exclusión social que hacen a sus víctimas menos felices en la sociedad digital: la vulnerabilidad analógica y la alienación digital, entrelazadas por el contexto tecnológico actual.

Soledad no deseada: mayores de 75 años y menores de 30

Las cifras más elevadas en soledad no deseada en España en 2024 recaen en estos dos perfiles: mayores de 75 años y menores de 30 años.

Por una parte, lo que denominamos vulnerabilidad analógica repercute claramente en los mayores por sus carencias en capacidades digitales, provocando discriminación, aislamiento social y vulnerabilidad. El sentimiento de dependencia, unido a lo desconocido, provoca rechazo, frustración y, finalmente, soledad. Es decir, son personas infelices en mayor medida.

Por otra, está la alienación digital, que condiciona prioritariamente a jóvenes con altas capacidades digitales expuestos a la conectividad de millones de personas. Esta distopía digital genera una dependencia no presencial, desconexión social, deshumanización y una sensación de distanciamiento de nuestras propias experiencias y realidades.

El resultado es el mismo: vulnerabilidad, frustración, aislamiento e infelicidad. Quizá esta situación es aún peor, pues en esa distopía abandonan la sociedad y su forma política, quedando al margen del objetivo aristotélico de cualquier estado: la búsqueda de felicidad de sus integrantes a partir de su interactuación.

Los jóvenes occidentales son ahora menos felices y tienden a la frustración, la alienación y el rechazo ante un sistema que está provocando incluso la crisis de los sistemas democráticos.

Lo mejor quizá está por llegar, con los sistemas sustitutivos de relaciones personales a través de la IA. ¿Será la felicidad social en su mayor parte digital?The Conversation

Víctor Raúl López Ruiz, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Econometría), Universidad de Castilla-La Mancha; Domingo Nevado Peña, Catedrático de Economía Financiera y Contabilidad, Universidad de Castilla-La Mancha; José Luis Alfaro Navarro, Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Estadística), Universidad de Castilla-La Mancha y Nuria Huete Alcocer, Profesora Contratada Doctora, Universidad de Castilla-La Mancha

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

viernes, 31 de enero de 2025

Decreto omnibús troceado y otras cuestiones de Confianza

Aprendemos cada día sobre una nueva forma de gobernar, basada en retóricas y cambios de opinión que se soportan claramente en el frentismo ante lo que se quiere hacer ver como postura conservadora versus progresista, para poder echar mano de ella en un previsible escenario electoral. 
Por otra parte, su socio de gobierno 'Junts', ha culminado la negociación con todo a su favor, dejando claro qué 29 medidas aprobaría, de las 80 iniciales, y que por ejemplo nunca sometería a las energéticas a mayor presión fiscal, tal como dijo desde sus negociaciones iniciales en la segunda mitad de 2024 oponiéndose frontalmente a lo pactado entre Sumar y PSOE. 
En el horizonte cercano ha quedado cerrado un preacuerdo cara a los necesarios presupuestos en el que se incluye la 'PNL' sobre la cuestión de confianza, y lo que es más importante para Waterloo nuevas competencias en inmigración y sobre el reparto de inmigrantes ilegales por Canarias, sobre las fronteras y aduanas para los 'Mossos' y la financiación singular, todo ello para Cataluña que deberá ser consensuado y firmado en Suiza con observadores internacionales. Es decir, una nueva vuelta de tuerca independentista, en gran medida inconstitucional, que además obliga al Gobierno, para poder cerrar una legislatura de cuatro años.
En el camino, en todo lo alto, un dispendio de críticas fundamentalmente hacia el PP culpándole de 'todo aquello' que genera este pacto para evitar una alternativa que pueda en el corto plazo negarle la confianza o censurarle. En el medio plazo ganar unas nuevas elecciones. Esta es la estrategia tan 'genial' que se propone desde Moncloa y que reside en una acotada e interesada memoria histórica y una ideología que no busca el consenso entre españoles sino el frentismo para mantener la división del parlamento. 
En aquello de la memoria histórica de los últimos 50 años estaría bien que alguno de los asesores le recordara al Presidente, doctor en economía, la diferencia entre renta per cápita y PIB per cápita, así como el concepto de bruto versus neto condicionado sin duda por la comparativa de la presión fiscal sufrida por los contribuyentes en dos momentos del tiempo, pero eso creo que es otra historia que a pocos interesa.  

Mi recomendación, ver el proceso completo y dar la merecida credibilidad a quien la posee que además suele ser, actualmente, el que no presume de ello. Confiemos en el tiempo, como dijera Cervantes.




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