Estimado/s Representante/s del Estado Español en Cataluña:
Soy un conciudadano, no indignado pero si realmente harto de tantos vilipendios. A través de unas líneas quisiera reflexionar en público sobre el asunto que se ha dado en llamar ‘la cuestión catalana’.
Es interesante abordar en principio cuál es la idea del nacionalismo y por extensión el del catalán. Desde un liberalismo asentado en el XIX, en determinadas zonas se propaga una visión identitaria para legitimar políticamente a una población de ese territorio como soberana. En este sentido, la empresa se ayuda de la concepción cultural diferencial, en donde un idioma propio puede ser una herramienta fundamental.
Como conciudadano, puedo pensar que dicho objetivo es legítimo políticamente, lo que no comparto es su uso para desintegrar territorios. Y es que ambos somos ciudadanos del Estado Español, vosotros además representantes, pero residentes en territorios diferentes. El trabajo por fomentar una idea de catalanismo como Estado nos diferencia, pues en Castilla tal empeño se ha realizado también en distintas fases de nuestra historia, aunque pienso que nunca con el ánimo final de secesión.
Aun a pesar de todo resulta para mi anecdótico y al tiempo extremecedor observar la parafernalia romántica con la que se arremete contra los ciudadanos con todo tipo de símbolos, banderas, cánticos y sentimientos en los que se cuida hasta rebautizarse para aumentar el sentido de ser catalán, y figurar como opuesto al resto, el hecho de ser español, como si de un enfrentamiento deportivo y visceral se tratara. Pero lo que culmina todas mis expectativas es observar a los representantes del Estado Español en dicho territorio teatralizar actos en los que parecieran ‘Jefes de Estado’, cuasi ‘dioses’ de otro tiempo. La conclusión de tales actos es que se deja en el olvido el interés general, incluso el interés de los pobladores de dicho territorio en beneficio del particular.
Recordemos la trayectoria del proceso por si no tenemos clara la situación. La Constitución española del 78, votada y aclamada (por cierto con tasas superiores a la media nacional) también por los pobladores de las por aquellos tiempos cuatro provincias catalanas, otorga competencias de autogobierno y conforma la Comunidad Autónoma de Cataluña, calificada además como nacionalidad histórica y por ende ya no siendo ‘el mismo café para todos’ pues se le reconoce un status ya logrado en los años treinta, permitiendo una vía rápida para su desarrollo. Es bajo dicha ley que se forman todas las estructuras de la Generalitat Catalana, como de otros 18 gobiernos autónomos (incluyendo las Ciudades Autónomas de Ceuta y Melilla). Bajo el amparo de ella también se desarrolla una ley electoral que discrimina el voto en el sentido nacionalista, es decir, para que todos nos entendamos, el efecto de un voto de un barcelonés, vale mucho más que el de un soriano, para elegir Diputados al Congreso y por tanto representantes del Estado Español, al ser la circunscripción provincial. Dicha ley es aclamada por todos y logra su efecto, el bipartidismo, pero también que la bisagra para gobernar en mayoría para los grandes partidos no sea una opción generalista sino nacionalista, lo que ‘obliga’ a las negociaciones sobre poder. Por resumir, esa misma ley es la que también permite el desarrollo estatutario de Cataluña, su autogobierno y cuadro de financiación. Los continuos gobiernos elegidos para la Generalitat se amparan también en la Constitución.
Sirva decir que, como ciudadano español, he aceptado esa legalidad vigente aun no compartiendo todos sus efectos. Desde esa perspectiva nunca entendí que los desarrollos competenciales de las autonomías buscaran, según algunos gobernantes, la igualdad territorial del ciudadano español. Así, por ejemplo, para la gestión de competencias de salud y educación. La educación debiera ser una competencia estatal, pues mal utilizada puede ser un arma muy potente. Por otra parte, la sanidad ya ha originado conflictos con tristes desenlaces entre vecinos de dos comunidades autónomas.
Respecto a la Hacienda, como gestor y economista, puedo entender que la eficacia de 17 tesorerías se verá irremediablemente detraída por la eficiencia-coordinación de sus 17 gestores. En este caso tanto el BCE como el FMI recomendaron el saneamiento de nuestro sistema y de todos sus gestores, el ahorro ha sido evidente, también mejorable, desde que un órgano central (Ministerio de Hacienda) coordina jerárquicamente al resto… ciertamente todo hubiera sido aún más grave si las haciendas fuesen autónomas, así como la presión fiscal que debieran aceptar los habitantes para compensar los excesos de aquellos gestores.
Conozco por vuestras actuaciones que no comulgáis con esta perspectiva y por ello, fundamentalmente, una huida hacia adelante ha marcado los últimos años de vuestro gobierno, ya apabullante desde 2012 en el que planteáis la secesión como salida para la Hacienda propia, el autogobierno total y la no necesidad de dar cuentas a nadie sobre los ‘tres porcientos’ o los ‘nidos’.
Permitidme concluir con unas reflexiones sobre el hecho que nos ocupa: la consulta. En vuestra ley de consultas, suspendida de forma cautelar por el Tribunal Constitucional, se da cobertura a un referéndum sobre secesión al amparar una doble cuestión para decidir sobre una nueva estructura de Estado para Cataluña y si quiere ser independiente, es decir no federado con otro/s. Para el primer objetivo es la Constitución la que debiera fijar una nueva estructura del Estado Español como federal, para la segunda debiera ser consultado el pueblo español que es el único reconocido legítimamente con valor político en dicha Ley. Cualquier cambio en este sentido requiere, por tanto, la revisión y proceso de reforma que recoge nuestra Carta Magna, la que fue aprobada por todos en 1978.
Si el argumento final es que el pueblo catalán puede decidir y eso es democracia, le plantearé dos consideraciones más, la primera es que el pueblo catalán como identidad política no existe, sólo existe la residencia en uno u otro territorio de un ciudadano español. Dicho de otra forma, si hace unos meses me hubiese empadronado en cualquiera de los municipios de su comunidad podría ser consultado de acuerdo a los registros que prepara, respecto a la segunda, no menos importante, es que cualquier otra comunidad identitaria debiera entonces ser tenida en cuenta en su consulta territorial con sus mismos planteamientos, y otorgar Estado y/o independencia a cualquier comarca, como por ejemplo la del Valle de Arán con su propio idioma, cultura y simbología o mantenerse fuera de la secesión a un municipio,… en el que se pidiera no ser independiente. En esta línea, además, cualquier comunidad identitaria en el Estado de España podría aspirar a su propia independencia, en igualdad de condiciones.
Acabo. Lo peor de todo es que todo esto creo que lo sabéis, y aun así os habéis pasado dos años vanagloriándoos de hacer las cosas mejor, ser más demócratas y más catalanes que nadie. Bajad a la calle, escuchad el silencio de la multitud de catalanes que al igual que castellanos, valencianos, aragoneses,… piden una mejor gestión de la crisis y más transparencia para sus gestores políticos, no vaya a ser que penséis que una consulta de secesión es la mejor solución para vuestro futuro político... o lo que es peor para el futuro de todos.
Gracias por vuestro tiempo.
Un conciudadano español, residente en territorio castellano.
José Ortega y Gasset dijo: "El nacionalismo es el hambre de poder templada por el autoengaño".