viernes, 31 de octubre de 2014

Corrupto... ¿Y qué?

Pequeña hormiga, decía mi padre, quizá debido a los tiempos en que le tocó vivir, quizá debido a su experiencia, que no conocía a ningún hombre que pudiera ser desmesuradamente rico con lo que obtiene de su trabajo de sol a sol,... y proseguía diciéndome, si crees conocer a algunos, guardaté de ellos.

Cuando uno observa el panorama político y social actual, puede fácilmente identificar que la podredumbre del sistema lo invade todo o casi todo. Desde pequeños se nos introduce en un sistema de competencias con el fin de lograr ser los mejores, el problema es que los demás reconocen ser el mejor en el que tiene más. Sobre este método gira nuestra sociedad, y la permisibilidad es aún mayor cuando 'vale todo' para conseguirlo, siempre que uno sea tan listo que no le pillen en el intento.

Pero, no nos engañemos, no hemos inventado nada, desde hace siglos la corrupción convive con nosotros. Fidias, arquitecto griego, cuando construyó el Partenon fue acusado de quedarse con parte del oro y marfil para tal obra; el Duque de Lerma, gran especulador, hizo una fortuna comprando terrenos en Valladolid para convencer posteriormente a Felipe III que se trasladara con la Corte unos meses después a dicha ciudad, y lucrarse personalmente con la gran revalorización de los terrenos; o el tan sonado 'caso Watergate' sobre espionaje entre partidos políticos de finales del siglo pasado.

Es cierto que siempre hubo corrupción, no obstante en los últimos tiempos en nuestro país se convive con ella, el sistema oculta su podredumbre y cuando sale a la luz trata de encubrir, cambiar y hacer olvidar a la opinión pública. La corrupción en política siempre camina de la mano de un precepto: 'el interés propio o de unos pocos, debe prevalecer sobre el de todos', precisa además de individuos amorales y egoistas dispuestos a ser los mejores. En su carrera no importan los medios para alcanzar el éxito.

En esta situación a la que se ha llegado las medidas que deben tomarse desde cualquier sociedad y las instituciones son claras, en primer lugar apartar al corrupto y condenarle ejemplarmente, en la misma medida que se lucró ejemplarmente. Posteriormente, desde dentro eliminar a todos los que connivieron con los corruptos utilizando esos magnificos entramados de que proveen los partidos políticos, sindicatos, y organizaciones empresariales. Por último, ensalzar las virtudes del trabajo político, haciendo públicas todas sus acciones económicas.

Respecto al sistema, debe introducir desde mi punto de vista diferentes requisitos para ejercer cargo público. En primer lugar, precisa de preparación de acuerdo a las responsabilidades adquiridas, no todos pueden ejercerlo, ni sólo aquellos que formen parte del 'aparato de un partido', transparencia a la hora de ejecutar las mismas y control en su cumplimiento.

Finalmente, en nuestro país es muy necesaria una transformación institucional, antes que emprender una nueva aventura federalista, con un nuevo plan territorial que supere al del Siglo XIX, en el que se eliminen las Diputaciones Provinciales, más de la mitad de los más de ocho mil ayuntamientos, cientos de entidades públicas y se controlen a las existentes.

Quiero creer, hormiga, que no son todos,...

La hormiga exclamó:

- ¡Pues ya toca que trabajen en hacérnolo ver!.

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