Por fin, unas horas sin trabajo, aquella jornada descansaba de su turno y había pensado recorrer el hormiguero para ver el trabajo de las recolectoras. Avanzó por las galerías hasta la vía de acceso al exterior, ¡era fantástico! La vía se dividía en dos sentidos uno de carga hacia adentro del hormiguero y el otro de vuelta al exterior, cada diez centímetros accesos a nuevas galerías y al fondo una gran despensa para abastecer al hormiguero.
H-239791 se encontraba en una de las últimas galerías, muy cerca del almacén donde observaba el proceso. Las hojas, pipas y otros alimentos llegaban porteadas sin parar, en un colosal atasco controlado al banco de alimentos donde se clasificaban. La mercancía era esencial, la porteadora no, ya que había muchas. Si estaban desfallecidas o heridas eran retiradas o sacrificadas volviendo al exterior. Cuando su jornada terminaba se les daba una hoja como salario. Los soldados escoltaban el proceso y guardaban el almacén.
Entonces ocurrió que una recolectora paso al lado de la joven obrera observadora, muy cansada ya se retiraba feliz con su hoja, y H-239791, tras saludarla, no dudó en preguntarle:
— ¿Cuántas veces has porteado hoy alimentos al hormiguero?
— Cuarenta y una —contestó—. Soy una hormiga muy productiva.
— Sin duda así es, has traído alimento para cuarenta hormigas más. Aunque, si todas hacen esto habrá muchos excedentes —dijo la joven.
— Piensa que en invierno son nuestras vacaciones y no se trabaja apenas, además hay muchas hormigas que alimentar, crías que cuidar y enseñar y a nuestra reina y séquito que abastecer, —replicó convencida la recolectora—. Aún así, habrá excedentes para cambiar por piedras preciosas y conservar riquezas en el hormiguero, permitiendo adecentarlo, construyendo nuevas galerías y reforzarlo contra eventuales ataques del exterior, —concluyó.
—Pero, no lo entiendo, de acuerdo a las matemáticas que nos enseñan, si calculamos que cada una de vosotras se lleva una hoja al día como salario y portea cuarenta más, y de cada hoja guarda algo para cambiar por piedras preciosas, y el resto lo devuelve al hormiguero por los servicios que ofrece como la seguridad, entonces el hormiguero es muy rico.
—No pequeña el hormiguero no, los que lo controlan, las castas que deciden cómo y dónde gastar ese banco de alimentos y mercadear con sus riquezas—dijo mientras se despedía.
La luz se oscurecía en la galería y las últimas hormigas se amontonaban frente al almacén con sus pesadas cargas mientras H-239791 cabizbaja se hacía cuentas una vez más de lo insignificante que era una hormiga para el hormiguero, el desarrollo del mismo lo hacía más prolífero y lo convertía en una masa de hormigas engranada y engrasada en sus quehaceres para los que se formaban desde que nacían, esa superestructura hacía impotente el deseo de cambio de una hormiga sola, quizá convenciendo a otras podría cambiar el sistema. Pero, ¿a cuántas? Y, ¿estarían todas de acuerdo en el mismo cambio propuesto por unas pocas? Sólo de pensarlo le estallaba la cabeza y el vértigo la paralizaba, pero quería conseguir una solución por lo que convencida seguiría buscando y aprendiendo.
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